La ciudad romana que vivió del cristal
Saelices (Cuenca)
Visitar unas ruinas romanas también tiene su encanto, sobre todo, si hablamos de la ciudad romana mejor conservada de la Meseta. En ella, un pedazo de historia en ruinas, se puede rememorar el apogeo de una ciudad que, allá por el siglo I de nuestra era, brillaba en todo su esplendor.
Cómo llegar
A unos 100 km de Madrid, muy cerca de la autovía A·3 se encuentra este Parque Arqueológico. Y es que, por allí, por la actual provincia de Cuenca, los romanos encontraron un filón de un material único en su época: el cristal. Cristales para decorar las ventanas, separaciones dentro de las viviendas y adornos en general. Eso hizo que, a principios de nuestra era, Segóbriga fuese una importante ciudad que basó su expansión, además de en la agricultura y ganadería, en ese material. Posteriormente, cuando se descubrió el vidrio, empezó la decadencia y, por consiguiente, el olvido y la destrucción del esplendor de esta ciudad. Tras muchos años de recuperación de todos los elementos que componían esta ciudad que imitaba a Roma, es posible disfrutar de una agradable jornada visitando sus restos.
La visita
A comienzos de los noventa, la visita era gratuita y totalmente libre. Se podía entrar y ver, sobre todo, el anfiteatro. Por caminos de tierra totalmente desorganizados se podía llegar a su interior. En la actualidad, lo primero es que hay una recepción. ¡Cómo ha cambiado!
En primer lugar, hay que pagar una pequeña cantidad para sufragar los gastos de restauración y el mantenimiento. En esta maravilla de más de dos milenios, recorrer el recinto puede llevar entre tres y cuatro horas. Ahora el conjunto se denomina Parque arqueológico de Segóbriga y su visita, con la ayuda de las nuevas tecnologías (una autoguía en mp3), facilitará el descubrimiento de sus secretos. Al entrar encontramos el centro de interpretación, que nos ayuda a conocer, situar e interpretar los restos de la ciudad. En él hay una exposición permanente y una sala de medios audiovisuales.
Un largo camino de tierra lleva a la ciudad propiamente dicha. El anfiteatro hace recordar las tardes de gloria de los gladiadores y las fieras. Se puede acceder a la arena y contemplar el graderío. Al otro lado del camino, el teatro, pequeño, pero con unas gradas bien conservadas.
Esto se encuentra a la entrada de lo que sería la ciudad de Segóbriga. Luego hay que comenzar una subida por una rampa de tierra que lleva al corazón de toda la ciudad romana: el foro, en cuya explanada salpicada de restos de columnas o muros, es posible hacerse una idea de la importancia de esta plaza púbica para los romanos. Igualmente se puede ver lo que queda de la basílica (lugar donde se realizaban las operaciones comerciales), las termas (espacios de recreo), el templo o los restos de la muralla y las puertas de acceso a la acrópolis.
Además de los restos de la ciudad, en las afueras encuentran los restos del acueducto y a los lados de los caminos, que salían hacia otros puntos de la geografía romana, están los enterramientos, las necrópolis. Paseando por las pistas de tierra y se pueden ver las tumbas de piedra en las que los romanos y, posteriormente, los visigodos enterraban a sus difuntos.
Es otra forma diferente de parar un rato en plena meseta, con el silencio como compañero y con más de dos mil años de historia. Un paseo accesible en silla de ruedas, con momentos en los que habrá que pedir ayuda, sobre todo, para acceder a la acrópolis. Lo que sí habrá es que ir provisto de gorra y agua, pues el sol castellano se hace sentir, especialmente en la época veraniega.
